Miércoles 2 de Febrero
Me debí portar bien en el Fin del Mundo por que a la vuelta, todo lo que un día fue infierno se vistió de paraíso para hacerle la ola a Naranjito que a paso demasiado ligero (una de las llantas no vivió para contarlo) y con los faritos bien atentos se comió el malcamino de tierra consiguiendo que esta vez a la hora de cruzar el Estrecho, el capitán como recompensa, lo pusiese en primera fila delante de un grupo de ovejas muy avanzadas para su edad.
Hasta Piedra Buena llegué y dormí en un camping dominguero tras la negativa de la estación de servicio ya entrada la noche.
Por la mañana solucioné el tema “neumáticos” colocando un par de cámaras en una gomería familiar y tras revisar la pequeña pérdida de aceite aún presente con el ex-mecánico oficial de Citroen, decidí pasar a visitar a un par de bonitas personas de las que Oskar y Lola me habían hablado más al Sur del Sur en la Hostería del Parque Nacional Monte León.
Allí Juan y Silvia, tras una comida de las que duran horas e inspiran vidas, me invitaron a pasar una noche en el antiguo gallinero y yo acepté con ganas y de corazón.
Pese a que el lugar es mágicamente tranquilo lo mas increíble de este parador inglés de principios de siglo xx perfectamente conservado son sus propietarios y permanentes inquilinos (no viven como todos pensarían en una de las lujosas habitaciones de la casa si no en un carro de chapa que antiguamente se usaba para la construcción y mantenimiento del cerco).
Al pasar un rato con ellos inmerso en su simple pero completísimo estilo de vida sana uno se da cuenta no solo de que el amor sí existe si no también de que éste se puede tocar , ver, escuchar e incluso comer.
Me despedí de los perrosalejapumas y de la pareja de moda en los Mundos de Naranjito con la boca llena con un millón de gracias y de nuevo me deslicé por la aburrida y recta Ruta Nacional 3 mirando al Norte.
Me topé con algún que otro pintoresco lugar (a los argentinos les encanta el ser los mejores, los únicos o los primeros en cualquier cosa),
con un par de empujones amigos (parece que el Dr. Hofmann pasó por aquí antes que yo),
con varias colonias de lobos marinos,
con costas bellas y amplias,
con atardeceres coloreados a mano,
con incomodos e improvisados hogares al costado de la ruta,
desiertos de arena blanca,
chalets en primera linea de playa,
ciertos momentos de vértigo,
autoestopistas con el corazon grande, lindo y marcado al fuego que llegan tarde (o demasiado pronto) al trabajo
picnics a la parrilla,
y muchas otras sorpresas hasta que un mail del Mehari Club de Necochea me invitó a conocer su ciudad y su playa. Cambié la hoja de ruta, actualicé el GPS con un tachón y volé volé y volé ……..
“…uno se da cuenta no solo de que el amor sí existe si no también de que éste se puede tocar , ver, escuchar e incluso comer”
Que grande eres Jorge!
..sí,como fluye tu verborrea, se nota que estás por Argentina, todo se contagia, no? Sigue disfrutando Jorge, un abrazo!!