La esperada «vuelta a casa» nada tuvo que ver,  en realidad, con esa fantasía creada Kilómetro a Kilómetro  a lo largo y ancho del Planeta.

El problema fue, básicamente, que los planes no salieron como debían. El barco que portaba a Naranjito   se retrasó considerablemente por lo que no me quedó más remedio que ir a casa y esperar, rompiendo así la magia de la llegada por carretera junto a mi querido compañero de aventuras.

Se perdió así gran parte de la emoción, de la alegría y de los nervios.  Yo, personalmente, me veía  llegando a la Torre de Hércules subido triunfante  a mi Naranja Rocinante y siendo esperado por familiares y amigos. Pelos de punta, alguna que otra lágrima, besos con abrazo, fotos, muchas sonrisas.

No quiero decir que no haya sido emotivo.  Ni que no agradezca de todo corazón a todos los que me acompañaron (e incluso me escoltaron Vespa en mano) en ese momento, no. Lo que quiero decir es que habiendo visto, charlado e incluso salido de cañas con la mayoría, la foto oficial de FIN DE VIAJE, a los pies del monumento más internacional de la ciudad, fue casi que un mero trámite para cerrar un ciclo rodeado de la mejor compañía posible. Era algo que había que hacer simple y llanamente.

En cualquier caso, como todos os imaginareis,  lo más difícil llega ahora. Vivir con los pies quietos, sobre una cama con baño de agua caliente, con la nevera llena y con mi Citroen  parado en algún lugar  y alejado de la lluvia que no tardará en llegar.

¿Tardaré en conseguir aburguesarme de nuevo? ¿Me escaparé a la primera de cambio?

¿Cuántas veces me habrán preguntado  a lo largo de estos 4 años de carretera sobre mis planes de futuro una vez llegase a casa?  ¡No exagero si os digo que miles! Y tampoco exagero si os digo que nunca supe qué responder ante semejante interrogante. Y ahora, de repente, recién llegado,  me veo ante esa situación que siempre esquivé, ese problema que tan poco sentido tenía cuando estaba en la carretera y que de un día para otro, estando ya de nuevo en el punto de partida, se ha convertido en la mayor de mis prioridades. Decidir qué es lo que quiero hacer con mi vida ahora.

Son miles las posibilidades, o millones o infinitas, pero debo decantarme por una. Por un solo camino que siempre puede y debe cambiar. Debo decantarme, escoger Mi Camino. Escoger quién quiero ser, quién quiero llegar a ser.  A dónde quiero llegar. Qué es lo que quiero ver y de dónde quiero aprender.

¡Pero qué tarea más difícil y atractiva y  emocionante! Es hora, de nuevo, de volver a reinventarme.

El Viaje de mi Vida, como ya os había dicho en alguna entrada pasada, no termina; simplemente debo escoger hacia dónde girar. Hacia el camino de tierra y polvo que va hacia la derecha o la pista asfaltada y rota que se pierde a  mi izquierda, o quizás, por qué no, saltar y correr campo a través en cualquier dirección hasta que alguna inesperada sorpresa (valga la redundancia) me convenza de que estoy ante la solución.

Mis últimas «palabras» antes de decidir que giro le doy al blog para que  este siga vivo, que sean las siguientes:

«ORGULLOSO DE MI, Y DE TI,NARANJITO. VUELTA AL MUNDO CONSEGUIDA»

 

 

P.D.: Los dos primeros comentarios de esta (para mi) triste  entrada, me han obligado a añadir unos párrafos a la publicación inicial.

Además quisiera robar a Manu Boedo la frase de su filósofo, y usarla como final esta vez:

 “Cuando te acercas un paso hacia la utopía  esta se aleja un paso, cuando te acercas dos pasos, esta se aleja dos pasos. Para eso sirve la utopía, para caminar”

definitivamente voy a comprobarcómo me sientan las viejas botas, ¡y de nuevo a caminar!

Gracias por viajar conmigo. Gracias!

 

 

 

Antes de proseguir con los esperados últimos diarios de este primer viaje de locos, me gustaría invitaros a conocer a Naranjito este fin de semana en la Torre de Hércules de A Coruña.
La cita tendrá lugar en el popular faro coruñés este Domingo día 16 a las 19:30 de la tarde después del partido del Deportivo.

Os esperamos cámara de fotos en mano.

Jorge y Naranjito…

 

P.D.: Habrá  futuras reuniones en ciudades como Vigo o Santiago próximamente.

Estas líneas que ahora escribo, forman parte de una entrada muy especial para mí.

Esta vez no pretendo hablaros vagamente de la nueva vuelta al cuentakilómetros de Naranjito …

… ni de mis dos días recorriendo ferry tras ferry y playa tras playa los Outer Banx de Carolina del Norte.

Tampoco pretendo hablaros sobre mi paso por la magestuosa y entretenida ciudad-estado de Washington DC,

…ni tan siquiera sobre mi solitaria pero emotiva llegada al estado de New York y a la isla de Manhattan en concreto.

No.

Esta vez no.

Esta vez, estas líneas, esta triste entrada, la voy a utilizar para daros la explicación que os merecéis y que tanto he tardado en daros.

Aunque me cueste, aunque lo sienta en el alma, aunque tarde un par de minutos en pulsar cada una de las letras que mancharán esta carta, he de deciros que hace un par de días Naranjito partió del puerto de Nueva York  rumbo a Espana. Rumbo a Galicia. Rumbo a Vigo y rumbo a casa.

No es fácil para mi ni pronunciar ni escribir estas palabras. Pero después de cuatro anhos en la carretera y sintiendo lo que siento hoy por hoy. Es lo que  debo hacer. Es mi obligación.

La vuelta a casa es ya una realidad. El próximo paso de esta historia que  hasta el día de hoy, estaba aún abierta. Sin un final cercano.

Y no estoy triste. No. O mejor dicho, no solo estoy triste. También estoy muy contento. Contento de haber hecho lo que siempre he querido. Contento de haberle dado «lavueltalmundo» y de sonreir para contarlo.

Soy feliz por que siento que después de viajar por más de 60 países durante cuatro anhos a bordo de mi viejo y fiel Naranjito, voy a volver a casa con los mios por ser esto lo que más me apetece. Lo que más deseo y quiero.

Al tomar esta decisión debo pensar únicamente en mi. Tan solo en mí. En nadie más. Y eso es lo que estoy intentando hacer. Por difícil que sea.

Por otro lado, también es mi obligación confirmar que esto no es un punto y final sino otro corto y aliviador punto y a parte. Otro capítulo de esta historia a la que, podéis creerme,  le queda mucho que gritar. Mucho que aprender. Mucho que compartir. África y Mongolia serán los próximos retos!

De hecho, cuando escogí para este «malescritodiario» el nombre de «El Viaje de mi Vida», no me referí en ningún momento a un viaje en concreto por espectacular que este fuese, si no, por lo contrario, al hermoso viaje de estar vivo.

Entiendo que la vida es el viaje único al que todos a nuestra manera nos enfrentamos desde el minuto uno. Un libro con todas sus páginas en blanco que, con nuestros pasos, con nuestras huellas, con nuestro estilo, debemos ir rellenando con letras, formas, trazos y colores a nuestra elección.

Es mi vida y es mi viaje! y así lo grito a los cuatro vientos. Vientos a los que por cierto, agradezco de corazón el terrible esfuerzo realizado para que todos vuestros abrazos y buenas (y malas) palabras, todas vuestras caricias y vuestros buenos deseos me llegasen en pequenhas dosis cada tres días y cuatro noches. Como os he dicho en numerosas ocasiones, vosotros los lectores, habéis sido el mejor companhero de viaje que pude haber tenido.

No es increíble la relación que hemos llegado a tener pese a mi poca constancia a la hora de escribir?

A tan solo unos cuantos os pongo cara. A otros en cambio, de tanto leeros, os imagino. A muchos ya, a estas alturas, os considero buenos amigos. A todos os doy las gracias.

Gracias sobre todo por haber creido en este suenho que empezó siendo solo mío y que ahora es ya de muchos. Por haberme escrito en tantos y tantos malos momentos para  convencerme de que lo que estaba intentando, aunque incluso a mí en esos momentos me pareciese una locura, era lo correcto. Por valorar lo valorable y por criticar lo criticable. Por renhirme cuando lo merecía y por preguntar dudas cuando estas se presentaban. Por comentar y hacer que el contador, gracias al boca a boca, llegase a recibir en un solo días más de 6000 visitas oficiales.

Bueno, en realidad, no sé si quiera que es lo que quiero escribir, por lo que lo voy a dejar hasta que las palabras lleguen solas. Quizás esten viajando junto a Naranjito, atravesando el Océano dentro de ese contenedor metálico tan oscuro y frio. Haciéndole companhía.

Prometo escribiros muy pronto palabras cargadas de sentimientos. Que esta entrada cumpla el objetivo inicial. Que sirva tan solo para informaros de cómo están las cosas en estos momentos y nada más. Seguro que desde Espanha, mirando todo esto desde otra perspectiva, puedo expresarme mejor y aunque sea tan solo un poco, haceros sentir lo que yo siento.

Triste pero contento,

Jorge sin Naranjito.

 

 

El breve paso por la ciudad de New Olreans  me mostró una cara más del enorme país norteamericano.  En ella, negros y blancos conviven casi sin tocarse en sus diferentes barrios donde  juegan a mantener sus culturas nativas vivas.

Es sorprendente ver como tras varias generaciones compartiendo el mismo suelo y el mismo cielo, las mismas colas, los mismos restaurantes de comida rápida y  problemas de sobrepeso, todavía puede uno estar en territorio de unos u otros dependiendo de la calle que camine en la gran urbe. Y es increible e intolerable también, en cualquier caso, saber que esta distinción es consentida y hasta estimulada por el todavía racista cuerpo de policía.

Los negros, con  sus sonoros instrumentos de viento alegran los paseos en el downtown, bailan ritmos pegadizos en grupos bien formados a la entrada de ciertos bares y restaurantes y los ninhos de procedencia más humilde crean ritmos  acelerados golpeando las latas aplastadas y atadas  a sus zapatos  contra el asfalto.  Mientras tanto, y en cualquier otra parte, no muy lejos de allí, quizás a una o dos calles, los blancos hacemos  cosas de blancos.

No quiero que parezca que no me gustó la ciudad. Por lo contrario debo decir que me encantó. Es un lugar mágico, único, especial. Ni que prefiero un color a cualquier otro. Todos sabeis  que  no es así.

Durante los días que por ella levité, me sentí felizmente fuera de contexto en muchas ocasiones en las que me vi rodeado por una amigable cultura afroamericana moderna. Disfruté de sus escandalosos bailes y de sus acaloradas y exageradas discusiones. De la búsqueda de caimanes por los pantanos y también del ataque indiscriminado de aquellos insectos desconocidos cuando ya Casey y yo desistiamos de encontrar alguno de  los grandes lagartos. Me gustó por supuesto celebrar sobre una pedaleta la gran fiesta del 4 de Julio, perderme los famosos fuegos artificiales por un interminable e inesperado atasco y como no, el conocer un poco más a fondo el desastre de aquella turista caprichosa de nombre Katrina.

Pero llegó con el paso de los días el momento de partir y partí.

Dejé atrás esta ciudad que tanto le gusta a mi buen amigo Edu(K2).

Atravesé despacio pero deprisa los estados de Mississippi, Alabama y Georgia para parar en South Carolina, en la ciudad de Charleston, en casa de unos ya buenos amigos.

Acampé. Esquivé gigantes de 4 y 6 ruedas y crucé cientos de puentes imposibles. Una aranha me picó en la pierna quitándome el suenho por toda una noche y por fin, de la mano de Efrain, «Bela»  y de sus roomates Larissa y Toro, saludé a mi gente desde el otro lado del Océano Atlántico, un momento realmente especial para mi.

Parece que por fin se acerca el momento de embarcar de nuevo a mi companero naranja hacia un puerto allí al otro lado, y coneguir cerrar otro ciclo importante de este suenho que ya es vuestro también.

Me siento contento y tranquilo. Entre amigos, hablando castellano, riendo con historias de viajes, y comiendo helado tailandés frito. Con los mapas  de Washington y de New York encima de la mesa y el google trabajando a fondo.

Ya queda menos queridos lectores. Ya queda menos…

Tal y como estaban las cosas en mis primeros días  en USA. Debido a mis no tan buenas impresiones de recién llegado. Mi experiencia me gritó al oido que era necesario el movimiento para no desesperar. Por este motivo me encomendé a mi Naranja Rocinante, y a su «suave galope de lento trotamundos» para recorrer uno a uno los miles de Kilómetros que me separaban de New Orleans, mi nueva ciudad a conquistar.

Tardé dos largos dias en llegar e hice noche en un pueblo rodante que encontré a mitad de camino y donde no me quisieron cobrar por poner la tienda de campaña unas horas.

Esta experiencia, por pequeña e insignificante que parezca, el verme rodeado por un entrono tan desconocido para mi, terminó de darme el tirón de orejas necesario para dar un pasito atrás, y ya con más perspectiva darme cuenta de que yo era el único culpable de las sensaciones de los últimos dias. En realidad, me pare a pensar un rato despues de hablar con los salvajes adolescentes del campamento «gitano», y me surgio la siguiente pregunta, ¿Quien carallo es estados Unidos para determinar mi estado de animo?

En cualquier caso, decidí que la cosa no podía seguir así.

Y además. ¿podrá haber un mejor lugar para recargarse de buenas energías que New Orleans?

(junto a Casey y a Adelaide frente a su casa)

(música callejera !!!!)

(fachadas en elBbarrio Francés)

(el arte de Banksy)

(los efectos del Katrina)

(los pantanos al sur de la gran ciudad)

 

Cuando llegó el momento de afrontar la supuestamente complicada y acosadora frontera de Los Estados Hundidos de América, cuando ya todos mis papeles mexicanos estaban cerrados, muy despacio y cumpliendo con todas las medidas de seguridad establecidas me situé  en la fila de la derecha del Puente de Laredo número 1 que parecía ser la más rápida en ese momento. Por supuesto esto cambió en cuanto me situé y las dos filas de mi izquierda comenzaron a moverse a buen ritmo.

Tras media hora de calor y deshidratación me llegó el momento y el primer oficial se acercó a la ventana, me saludó muy amablemente, me pidió los papeles y me preguntó de cinco maneras diferentes cómo y porqué había llegado a USA conduciendo mi propio vehículo.

Escuchó mi respuesta muy atentamente  mientras fruncía el ceño para mostrarme su desconfianza, y cuando terminé mi alegato, con una sonrisa de oreja a oreja me entregó un papel que decía «Inspección vehicular».

Con este papel por delante llegué al segundo control donde sin tan siquiera mirarme me mandaron a obtener el permiso de entrada al país donde hice cola por dos horas a pleno sol. No tardaron mucho en darme el permiso y el único incidente mencionable fue  el scaneo que me realizó un perro gordo  color café  gobernado por un oficial igualmente gordo  de la vieja escuela, de esos que piensa que rastas es un sinónimo de traficante de drogas.

Volví al segundo control y un experto en detonaciones (lo digo por su vestimenta) me hizo unas veinte preguntas sobre el viaje y el mundo árabe en general (a Irán lo metía en el saco de los árabes también). En ningún momento inspeccionó el coche. me dió mi pasaporte. Señaló la salida y se despidió de mi con un sonoro » i love your car man».

Mi primera misión una vez estuve  legalmente en territorio «gringo», la de conseguir el obligatorio seguro para vehículos, la fallé debido a la imposibilidad de que ese «tal sistema» que me lleva metiendo la zancadilla desde que salí de España, no aceptase ni mi matrícula, ni mi carnet de conducir internacional, ni mi número de la seguridad social (que a saber desde cuando está caducado) en su moderna base de datos.

Era momento de arriesgarme y así lo hice conduciendo sin papeles hasta San Antonio, donde un amigo de una amiga me esperaba en su casa para presentarme así de sopetón todo lo referente al «Glorioso País de la Libertad»…

Junto al bueno de Jeff,  me inmiscuí en el despampanante  estilo de vida de San Antonio para al segundo día, definitivamente, darme cuanta de que no era lo mio. De que no me gustaba. De que yo allí sobraba.

Todos los «clichés» habidos y por haber sobre la retrograda Texas se presentaron ante mi para escupirme en la cara mientras me veía rodeado por un ejército de hombre mujeres y niños super obesos que caminaban a duras penas en dirección al Mcdonals.

Tardé una semana en convencer a una aseguradora de que me hiciese un seguro aunque en el no apareciese ninguno de los datos realmente importantes, y en cuanto pude eche a volar aprovechando que pasaba por allí una corriente de aire caliente con dirección Austin.

Por suerte para mi, de casa de un buen amigo como fue Jeff caí en casa de otro grande, un artista local de nombre muy cinematográfico, Mr. Tony Romano, con el que pude cambiar un poco mi hasta el momento terrible opinión de USA.

Austin me pareció una ciudad mucho más interesante que San Antonio.. Allí la gente de repente hacia ejercicio, intentaba comer bien, se interesaba por la música y por las artes y no tan solo por la nuevas ofertas de 2×1 del 7eleven de la esquina.

Lo mejor hasta el momento, además de mis dos anfitriones, los «coches restaurante» de Austin y su diversidad (internacional) de recetas «gourmet» al precio de todos, y las sabrosas y algo más caras cervezas artesanales de esta interesante ciudad  cuyo State Capitol es el más grande de la nación incluso por delante del homologo de Washington DC.

Tan solo, por ahora, antes de que me deprima contando mis primeras impresiones aquí, una cosa más: ECHO DE MENOS AMERICA LATINA!

 

 

En cuanto conseguí empacar todos los sentimientos y experiencias en la bolsa de viaje y sacar de ella a todos mis «muy mejor amigos», me encontré listo para abandonar la cariñosa Ciudad de México.

En realidad, me despedí de  todos los amigos con excepción de Enrique, que decidió subirse a Naranjito con el título compulsado de «polizón a bordo» para así  mostrarme un par de maravillas más de su querido país.

Juntos partimos. También revueltos. Alegres. Riendo mucho. Grabando mucho y fotografiando mucho.

Así, con tan buenas energías, de repente ya estábamos en las Pirámides de Teotihuacan. Lugar mágico sin igual donde pude aprender un poco más de la historia precolombina. De su arquitectura. de su cultura. De sus etnias y también rivalidades.

Pasamos poco tiempo en ellas, seguro menos del necesario para conocer el lugar como es debido. Aún así, aprovechamos bien el tiempo y  no nos arrepentimos ni lo haremos de las decisiones tomadas en la ruta. El viaje debía continuar tal y como desde un inicio habíamos planeado  hasta la ciudad de Queretaro donde llegamos para pasar la anoche.

Allí, en Queretaro, de nuevo me dejé sorprender por la indescriptible belleza de su centro histórico. Por sus plazas, sus fuentes, sus iglesias y su abundante comida callejera tan grasienta como picante y que tanto voy a extrañar en los próximos meses.

Lo mejor, los últimos días de convivencia con Enrique y su familia, un buen amigo del que me despido con la intención de volver a verlo lo antes posible en cualquier otro lugar  y al que siempre estaré agradecido por su cordial y atento trato las 24 horas del día al más puro estilo «mexicali».

La despedida nos costó tanto a mí, como a mi «Naranja Rocinante», que a tan solo unos pocos Kilómetros, en la entrada de San Miguel de Allende, se detuvo para no volver a arrancar. Con la batería totalmente descargada me acerqué a un eléctrico cercano para hacer el chequeo y descubrir que la correa del alternador se había soltado. Un problema con muy fácil solución que me permitió encontrar  antes del atardecer una linda posada donde descansar una noche con la intención de dar un vistazo rápido al pueblo y partir al día siguiente rumbo a la vecina  Guanajuato.

Y digo con la intención por que esto de salir en un día de San Miguel, nunca sucedió. Los mismos trabajadores del parking donde durmió el coche, al enterarse de mis crueles intenciones de abandonar sus amada calles así tan deprisa, me informaron de que ese mismo fin de semana tendría lugar una de las fiestas mas importantes de la ciudad conocida como El Carnaval de los Locos, y claro, con un nombre así, y dadas las circunstancias, pues creí conveniente el confirmar mi asistencia…..

Busqué alojamiento en couchsurfing.org y esa misma mañana del segundo día me mudé a casa de Jayne, una mujer estadounidense que pasa su jubilación tranquilamente en uno de los barrios tradicionales cercanos al centro histórico y con la que compartí unos cafés maravillosos con atardecer y azúcar moreno desde la terraza de su propiedad.

(esta foto se la robé a internet, yo me dediqué a grabar en vídeo todo el desfile….sorry)

Disfruté del desfile, visité y aprendí del proyecto y la iniciativa de  viaorganica.org  y volví despacito a la carretera.

Conocí a la carrera la colorida  Guanajuato,

el pueblecito de Real de 14 , situado en pleno desierto, en el Norte del país…

…y la ciudad de Saltillo junto a mi buen amigo Juan Pablo y su hermosa familia,  antes de intentar cruzar la frontera de Nuevo Laredo y comenzar la aventura estadounidense.

 

 

 

En el viaje hasta Df, con el pequeño incidente de los pedales, Naranjito me quiso decir lo cansado que estaba pero yo de nuevo no lo entendí.

Este problema de comunicacion existente en todas las parejas del mundo mundial, termino en catastrofe cuando ya entrando en la estresante y contaminada capital de la Nacion Mexicana, en el carril del medio de la colapsada carretera Viaducto, escuché un alarmante pum pum pum pum PAAAAAM!

Mi primera reaccion fué cagarme en lo alto y la segunda bajarme a empujar. A unos 50 m del lugar de la avería conseguí parar el coche en el arcen y comprobar cual había sido el origen del desagradable grito. Una de las bujias habia saltado llevándose consigo la rosca y toda mi energía.

Hice señas a los coches que pasaban (cientos y miles y millones así  a ojo) para ver si me dejaban hacer una llamada a mi superhéroe Anton, pero todos hicieron caso omiso a mi reclamo de agitar a gran velocidad el trapo sucio con el que chequeo el aceite cotidianamente.

Pasaron como unos 5 minutos y de repente una patrulla de tráfico paso por el lugar sin la intencion de parar. Me miraron y cambiaron de direccion la vista rápidamente. Se intentaron hacer los despistados pero por suerte pegué  un grito totalmente exagerado. Pusioeron el intermitente a la dcha., aminoraron la velocidad y pararon justo delante de mi.

No eran la clásica pareja de poli bueno poli malo a la que estamos acostumbrados desde que Hollywood invadio nuestros hogares. Estos eran los dos tontos del culo. Segun ellos no me podian ayudar. Saqué   una cuerda del maletero del coche, ate un extremo a mi chasis y con la peor cara posible le ofrecí   el otro al más gordito.

Protestaron un poco pero me sacaron de allí   sin demasiado esfuerzo. Me dejaron en una glorieta cercana donde no molestaba a los demás coches y desaparecieron. Pasaron un par de grúas pero los precios que me ofrecieron me parecieron fuera de lugar. Mientras tanto, Anton averiguaba en internet que Citroen no existía en la ciudad y yo me desesperaba más y más. La noche estaba a punto de presentarse. De repente, la misma pareja de policias aparece  de la nada con una grúa de la pública.

Aseguraron haberla encontrado por casualidad, pero yo ya sabía cual era el juego que me esperaba. Comenzaron con un precio tan alto como las privadas, y pese que sabía que una grúa pública en Mexico no debería cobrarme, acepté cuando llegaron al precio de 30 dolares americanos. Mi principal preocupacion era salir de allí antes de que fuese de noche. Su preocupacion, que no les diese el dinero delante de la cámara que trabaja desde lo alto de la grúa.

El caso, es que conseguí llevar el coche a un parking en el centro de la ciudad donde aparecio un pequeno diablo disfrazado de angelito de la guardia (o un angelito de la guardia disfrazado de diablo?) y gracias a el, a mi nuevo y gran amigo, Enrique Mujica alias «Joselito», Naranjito pudo encontrar un hueco en la bodega de un tercer amigo hasta el final de la avería.

Víctor me cedio un hueco en su cochera y al tercer telefonazo dimos con Pepe, un mecánico de autos viejitos feliz de meterle mano a Naranjito. Con su ayuda y la de mis anfitriones me llevé el motor a una rectificadora donde en unos minutos le hicieron la rosca de la bujia y mi querido y valiente Naranja Rocinante volvio a la vida.

Sobre el «papel» parece un mero trámite, pero debido a que he estado un poco disperso en asuntos varios y personales,  esta operacion me llevo mas de dos semanas de ratitos e  idas y venidas.

La Ciudad más grande del mundo, al principio asusta. Te empuja, te escupe, te mira mal, huele a mil demonios! Pero después, cuando aprendes  a pasearla y a comerla, en definitiva cuando aprendes a vivirla, se convierte en un mounstruo que enamora.

La comida callejera abunda y no deja de sorprender sea cual sea la calle o el barrio por donde uno se mueve. Los monumentos, las plazas, los museos y su arte (sobre todo para mi la de un tal Diego Rivera) no permite jamás que el aburrimiento te alcance. Y sus cervezas con camarones y chile, su picante picante picante, y los paseos por los canales de Xochimilco con los buenos amigos te llenan de risas, costumbres y música por dentro de tal manera que hasta quiere uno dejarse el bigote de Cantinflas (y de Enrique) y gritar, !Andaleeeeee!

En definitiva, el mes que pasé en esta Garndisima capital mexicana fue sin dudas una experiencia maravillosa en muchos sentidos. Volví  a sentirme como en casa gracias a Gabi, Ahmed y mi querido Anton que me permitieron campar a sus anchas por el salon y el estudio de su casa y me trataron como un roomate más. Conocí a gente maravillosa de la cual aprendí  mucho en muchos aspectos de la vida y del trabajo, de la familia y de los sueños. Y me llevé  puesta una obra de arte del artista local Kraken que con mucho orgullo pasearé  allí donde me lleve mi Naranja Rocinante para poder decir que YO AMO MEXICO Y A SUS HABITANTES!

Un beso grande para Taniecita, Titas, Ahmed, Gabi y su hermosa familia, para Enrique, Toño y resto de Mujicas, para Víctor, para Kraken y para el resto de nuevos amigos que quisieron formar parte de nuestro sueño en esta maravillosa etapa….

…yo actualizo el GPS y me voy a USA!

 

P.D.: Peronar las faltas de ortografía pero casi me vuelvo loco con estos maleducados teclados «gringos». El acento de la «o», nunca lo encontré …

 

Desde que salí de España hace ya casi cuatro años, unos cuantos lugares del globo se fijaron en mi pensamiento quién sabe por qué extraña razón. Pues bien, México es sin lugar a dudas uno de estos lugares a los que siempre quise llegar y por fin estoy.

¿Mi primera sensación? Mucho mejor incluso de lo que lo había imaginado! ¡Claro que sí, carajo!

Después de correr correr y correr através de Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala sé que aquí será el lugar donde de nuevo me lo tome con calma para poder descansar, conocer, hacer planes, conseguir dinero, echarme una novia, cantar, bailar, saltar, reir, reir y reir.

Eso sí, en cuanto entré al pais, en la aduana, me obligaron a dejar como señal 200 dólares para devolvérmelos una vez salga por la frontera norte con Estados Unidos. No voy a negar que al principio me pareció peligroso y hasta me enfadé con el tipejo bajito y gafoso del banco, pero después, tras unos muchos cuantos Kilómetros, en un puestecito de comida en la carretera, y adornada la escena con el olor y el sabor de mis primeros tacos, llegué a verlo como un ahorro o incluso como una inversión. Al fin y al cabo, fuese como me fuese en este nuevo pais, tendría unos cuantos billetes esperándome a la salida como premio de consolación.

Cuando llegó el cartel que decía»Bienvenidos a Chiapas», Cha Cha y yo nos miramos para no decir nada y dejar que el positivismo entrase por la ventana abierta acomodándose en la parte trasera del coche entre  la bolsa de la ropa sucia y la maleta de los mapas ya usados. Yo personalmente, llevaba ya tiempo queriendo subirlo a bordo y disfrutar de su compañía.

La misma trade de la mañana en que cruzamos la frontera, nos reunimos en San Cristobal de las Casas con Gabi «El Enano»y Juan «El Uru» para recuperar fuerzas a base de buena comida y cariños varios, y poder llegar así a mi cumpleaños del día 22 como se debe hacer. En condiciones óptimas. Cuando nos conocimos en San Juan del Sur tiempo atrás, hicimos el pacto entre caballeros de compartir tan  especial fecha fuese donde fuese. Cumplimos la promesa, celebramos tan comentada fiesta y me pasé los dos siguientes dias abrazado al water como un auténtico adolescente emo, agonizante, triste y dolorido como hacia años no lo estaba.

Si a alguien se le ocurre la pregunta de si mereció la pena tanto desmadre, me vería obligado a contestar con un rotundo y firme sí. Qué es lo que pasó que compensó tanto dolor y sufrimiento, me lo guardo para el libro que algún día escribiré.

Durante un par de semanas nos dejamos sorprender por las múltiples maravillas de San Cristobal, en especial de su tranquilidad diurna y su locura nocturna; formamos una pequeña y unida familia en el Hostal Katrina donde para no tener que pagar por el alojarme realicé un mural en uno de los muros blancos del interior; y  bebimos tequila, mezcal, posh y mucha cerveza local además de atiborrarnos a tacos, quesadillas y a  los sabrosos chapulines (saltamontes fritos con sal y limón).

Para completar el cóctel del turista perfecto y sentirnos realizados en el plano cultural, visitamos El Cañon del Sumidero y los pueblos indígenas de  Chiapa del Corza y San Juan Chamula.

De esta manera, ya sintiendo que había cumplido con el merecido descanso y con la introducción a la cultura mexicana en todas sus ramificaciones, me alejé de la manada sin imaginarme que a los 15 Km de mi partida, todavía a las afueras de San Cristobal, me encontraría con un viejo amigo motero con el que había compartido hostal y múltiples historias y consejos  en Cartagena de Indias por unos días.

Junto a Lars y su extraño acento viajé hasta Oaxaca por dos largos días en los que se me rompió la chapa que  sujeta el cable del acelerador. Por suerte para el convoy esto sucedió a escasos metros de un pueblo cuyo uno de sus tres habitantes era soldador y con mucha maña y rapidez arregló el desperfecto cobrándome para mi sorpresa, y al igual que había hecho Verónico en mitad de las Salinas Grandes en Argentina, «a voluntad».

 

Antes de entrar en la hermosa ciudad utilizamos una parada técnica para visitar en Tule un abuelito-árbol de más de 2000 años de edad que nos termino de dar las energias necesarias para visitar la ciudad en un día y continuar cada uno por su camino yo hacia la capital DF y mi genial compañero hacia la frontera norte del pais que blinda con USA.

 

Sé que todo está muy muy muy rápido contado pero con esta apretada entrada, ya casi estoy al día.

 

Un beso y cuatro abrazos, jorge y Naranjito.

Atravesé en un par de horas Honduras sin que los más que negativos presagios de otros viajeros sucedieran. Es sabido que la policia hondureña y sus carreteras son igual de malas. Pues bien, ni una cosa ni la otra. La policía me paró dos veces y ambas fue tan solo para pedirme hacer una fotografía de mi «Naranja Rocinante», y las carreteras, a ver, no es que sean buenas, pero tan tan malas no son, al menos para Naranjito que ya corrió por Laos, India, Georgia, Bolivia, Iraq, Pakistán y algún otro país donde las carreteras las diseñan niños y las mantienen monos.

Con la fronteras nos sucedió algo parecido, tanto Honduras como El Salvador fueron lentas pero en ninguna vi la corrupción extrema de la que tanto se habla. Honduras nos salió caro con tanto permiso y El Salvador lo agarramos ya cuando caia la noche por lo que buscamos una buena gasolinera donde descansar cerca de la ciudad de San Miguel donde ya los trabajadores nos pusieron sobreaviso con el tema de las maras y sus malos mareros.

Comenzamos la noche durmiendo debido al calor sobre las colchonetas en el mismo suelo y a media noche tras la aventura de una cucaracha sobre mi cara pasamos a la tienda donde casi salimos cocinados unas horas después. Lo mejor de esas primeras horas la comida, las miradas y la charla de la familia que nos sirvió la comida desde la ventana de un segundo piso en el edificio contiguo  ala estación de servicio.

Para refrescarnoslimpiarnosyolvidarlaexperienciadelacucaracha paramos en los termales de Moncagua donde establecimos a la sombra de unos árboles abarrotados de pájaros guardabarrancos  (ave nacional en Nicaragua y muy popular en la zona) la ruta a seguir en los próximos días por las carreteras salvadoreñas.

La primera parada la establecimos a 4 horas de viaje en Suchitoto, pero después de estar perdidos durante horas en la carretera de la «Ruta de las Artesanias» llegamos  a la bonita y tranquila localidad con  el tiempo justo de pasear, cenar y arreglar la excursión del día siguiente a la cascada de Los Tercios.

A las 8 de la mañana ya nuestra escolta policial (el problema de las maras es algo serio en la zona) estaba lista para llevarnos en su 4×4 hasta la casacada. Atravesamos varias aldeas por el camino y de repente sin saber como sucedió nos vimos envueltos en una detención espontánea. Un marero con cara de supersupermalo, salió corriendo de detrás de unas casa y en cuanto vió la camioneta se paró y puso ambas manos sobre la cabeza esperando a que la pareja de cuidadores llegase asta el a gritos para buscar que era lo que llevaba encima.

Cuando llegamos a la cascada nos dimos cuenta de que esta estaba seca por ser la temporada seca. aún así, la experiencia mereció la pena por lo increibles de las formas de sus rocas (que parecen pilares hechos a mano). La naturaleza allí nos dejó a  ambos sentaditos sin hamblar un buen rato, hasta que uno de los policias se cansó y desde el otro lado de la formación rocosa nos pegó un solvido acompañado de un además con la mano que rápidamente tradujimos como «vamonos ya».

El resto del viaje por El Salvador, a penas 3 días más, los pasamos disfrutando poquito tiempo de muchos lugares como la Ruta de las Flores en las montañas vecinas a Guatemala a donde llegamos en un abrir y cerrar de ojos. Las ganas de ir un poco más rápido de los últimos meses por fin se ven realizadas y cada día desde hace ya unos cuantos avanzamos con buena letra y los ojos bien abiertos hacia Mexico, donde de nuevo tocará parar un poco a digerir lo vivido en estas frenéticas semanas.

La dinámica en Guatemala fue básicamente la misma, conducir mucho sin descuidar nada en la ruta.

Así llegamos a Antigua para reunirnos con Gabi y Juan y tras disfrutar de esta tan agradable ciudad por tres dias partimos hacia Guatemala ciudad donde dormimos en el comedor del concesionario Citroen mientras a Naranjito le dábamos unos mimos junto a un ahora buen amigo y desde hace ya tiempo seguidor del blog, Pablo Emilio Mendez, el encargado de colocarnos la pegatina con la bandera de su país.

Tras un par de días más de carretera  pasando por el Lago Atitlán, pude cumplir por fin el sueño de llegar a Mexico y poder enchilarme a gusto con su sabrosísima comida….